martes, 3 de enero de 2017

De vuelta

Después de que en noviembre participé en el NaNoWriMo (para aquél de mis cinco lectores que aún ignore lo que es, les platico. Es un reto de escribir una novela de al menos 50,000 palabras durante un mes), y reto que cumplí, me tomó varios días de diciembre terminar mi novela, y bueno, la ardilla se había cansado de tanto pensar, y las fiestas navideñas, y...cualquier otra excusa que gusten, el chiste es que había dejado un poco, o un mucho, abandonado este espacio, pero estoy de vuelta.

Y estoy de vuelta después de ir a pasar las Navidades (como decían las tías viejitas de provincia) a Guadalajara. Tenía ya algunos años que no me subía a un avión y la experiencia fue contundente. Ya en el aeropuerto, 23 de diciembre, todo era un caos, que aunado al tráfico decembrino vacacional, se le juntó un banco de niebla que retrasó los vuelos. La coordinación logística del aeropuerto, hagan de cuenta como la de las tablas gimnásticas de 5o. A, No aparecían los vuelos, te decían que en tal sala, y luego la cambiaban, por qué no, a otra totalmente al sitio opuesto de donde estaba la primer salida. Ignoro si los encargados del aeropuerto fueron sobornados por la mamá de Kevin, el de mi pobre angelito, para, ahora sí, perderlo deliveradamente.

Una vez abordando vino, como diría Enrique Iglesias, una experiencia religiosa. Yo creo que lo vivido por John McClane (Bruce Willis) en duro de matar II no es nada comparado con estar una hora dentro del avión, esperando a que nos autorizaran despegar, con una computadora sin batería y sin un libro que poder leer (ni ler). Afortunadamente se me ocurrió escribir estas líneas en la parte de atrás de mi pase de abordar.

Para los que aún nos tocó la experiencia de volar con las aerolíneas de antaño, recordamos con nostalgia aquellos tiempos en que las azafatas, a toda velocidad si era un vuelo corto, repartían las charolitas con la comida. En vuelos largos, antes ya te habían ofrecido refresco y un snack.

Hoy, gracias a los recortes por la estúpida bguerra de precios, ya no te ofrecen nada de eso. Un mísero vaso de agua, y eso porque íbamos a esperar una hora. ¡Maldito banco de niebla, maldita guerra de precios, maldito Volaris y maldita batería HP (es la marca, aunque también lo que pensaron).

Una vez que el letrero de "abrocharse el cinturón" se apagó, las diligentes azafatas pasaron los carritos, pero ahora vendiendo la mercancía. Y no critico que si te están ofreciendo un precio bajo tengan que absorver los costos de la comida, después de todo, entre calidad y precio, sólo puedes elegir una, pero deberían dar la oportunidad de elegir a la hora de comprar los boletos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario